domingo, 6 de abril de 2014

FINAL


Aún recuerdo aquel día cuando tú me dijiste
con el llanto en los ojos, no se vivir sin ti.
-Mi vida es un infierno, desde que tú partiste
me arrepiento de todo y me siento muy triste-
recuerdo cada frase y como te creí.

Como dudar si el llanto que brotaba en tus ojos
desgarraba en pedazos mi tonto corazón
y posando mis labios sobre tus labios rojos
fui olvidando tu engaño, mis dudas, mis enojos
y ciego abrí mi pecho a una nueva ilusión.

Porque te amaba tanto y tan porfiadamente
que cual diosa pagana te erigí en un altar.
Y te ofrende mi vida, mi corazón y mente
y viví de rodillas ante ti solamente
rogando la limosna, que me quisieras dar.

Y así fuiste creciendo, basada en mi cimiento
cada vez más altiva tan hermosa e irreal.
Tu gloria echo raíces sobre mi sufrimiento
y así como un diamante frio y sin sentimiento
Destellaste tu brillo y dureza total.

¿Y yo ?, Yo solamente veía por tus ojos
mi amor era instrumento de tu vana ambición.
Solo un trozo de arcilla, moldeada a tus antojos
un ciego dando tumbos sobre meros despojos
de lo que un día fuera un limpio corazón.

Al fin todo en la vida desiste y se termina
y aquel amor enfermo diò paso a la razón.
Descubrieron mis ojos que esa imagen divina
encubría la verdad de una mujer mezquina
que no se merecía mi amor y comprensión.

Y pasaron los años y se paso la vida
y me fuì haciendo viejo junto a mi soledad.
Incapaz de olvidar el dolor de esa herida
toda chance de amar, fui dando por perdida
y me abracè a mis letras como única verdad.

El amor me llegò, cuando ya no esperaba
del cielo màs milagro, que mi propia extinción.
Y descubrí en sus ojos que esto no terminaba
y ese amor distinto que su alma me ofrendaba
fue sanando las llagas que había en mi corazón.

Y volvimos a vernos, ironías de la vida
quizás para mostrarme, lo que no quiero ver
una mujer tan sola, tan triste y tan vencida
que se me arrugò el alma, cuando vi tu caída
y un nudo en la garganta, me hizo retroceder.

Esa mujer cansada, que algún día fue mía 
y que arrastrò a su antojo mi pobre corazón
no era ese pobre ser, que ante mì hoy veía
se me borrò el pasado y todo lo que sentía 
mi rencor se hizo pena y mi pena compasión.

El destino es un juez, tan duro y terminante
que sin piedad nos cobra, cada culpa o error.
Pensar que fuì un fantoche enfermo y suplicante
por ese triste ser que hoy encuentro delante
que alguna vez he amado y se riò de mi amor.

Yo te había perdonado, con mi sentir más puro
y de la misma manera yo te perdono hoy
Dios bendiga tu vida y te dé en tu futuro
la dicha de un amor y un bienestar seguro
y que seas tan dichosa como hoy día lo soy.

Aùn recuerdo aquel día, cuando tú me dijiste
con el llanto en los ojos, no sè vivir sin ti.
Qué pena más amarga, saber que me mentiste
yo te amé sin medida y tú nunca lo entendiste.
Dios sabe no es mi culpa, que esto acabara así.



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