Parado en el umbral, esa mañana
Te vi partir con prisa decidida
Mientras veía caer con tu partida
Aquel castillo de ilusiones vanas
Que construyera en torno de tu vida
Te fuiste, sin ningún remordimiento
Dejándome el dolor, de este fracaso
Sentí el impulso de tomar tu brazo
Pero todo el amor y el sentimiento
Morían ya, bajo el eco de tu paso
Te vi partir vacío y resignado
Siguiendo tu figura por la acera
Creyendo, que tal vez, te arrepintieras
Y como un tonto, seguí allí parado
Hasta que tu silueta se perdiera
Pero nada es eterno, en esta vida
Y el amor se marchita, cual las flores
No te culpé por buscar sueños ,mejores
Y agradeciéndote las horas compartidas
Te arranque del alma, sin rencores
Si alguna vez, mi boca ha de nombrarte
Será para decir que fuiste buena
Porque quien ha vivido para amarte
No sería capaz de mancillarte
Aun cuando esté matándome la pena
Diré que has sido una buena mujer
Y que tu amor le dio luz a mi vida
Que el culpable soy yo, de tu partida
Y que por no saberme hacer querer
Tengo la soledad, bienmerecida
Ojalá estés mejor, que este escritor
Que te recuerda aun en su poesía
Que tu futuro sea prometedor
Y que consigas en tu nuevo amor
Lo que no hallabas, mientras fuiste mía.
Yo seguiré en mis letras, cobijado
Transitando esta senda, que he elegido
No te guardo rencor, por el pasado
Hace ya tiempo, que te he perdonado
Aun… cuando no pude darte olvido
Del libro El duende interior.
Poemas de Mario
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